Aquella muchacha soñaba que llegara la hora de la
procesión. Al día siguiente era el Domingo de Ramos y Conquista se preparaba
para vivir el inicio de La Semana Santa.
Ese domingo era costumbre de estrenar algo que algunas
veces podía ser vestido nuevo (Luego serviría para fiestas muy señaladas. Entre otras la del
Corpus Christi o la fiesta de Santa Ana
el 26 de Julio.) Pero aquel año la joven tenia que conformarse con el mismo que
venia usando una y otra vez cada domingo.
El vestido negro ya estaba preparado, lavado y
planchado, las medias también negras (Nada tenían que ver con las de la época
Ye-Ye, que se estaba viviendo en aquellos años. Ya le hubiera gustado a ella…)
Un día de fiesta en el pueblo era esperado con
impaciencia, siempre era un motivo para salir de la rutina. Las calles se
llenaban de gente que acudían de los cortijos cercanos vistiendo los mejores
atuendos de que disponían, quizás
guardados para lucir en un día tan señalado como era el Domingo de Ramos.
El sábado día anterior al evento, trascurría más o
menos feliz. Un grupo de chicos y chicas jugando en mitad de la calle justo
enfrente de la casa, unos jugaban al fútbol, otros a la comba, sin problemas de
coches ni de espacio. De lo único que había que estar pendiente, era de escuchar el ruido potente
de una moto (era una Yamaha) la moto de su padre se oía desde lejos, daba tiempo de entrar en la casa y disimular
que los juegos de la calle tenían algo que ver con ella.
Aquel día no
hubo que correr por escuchar la moto, la fatalidad quiso que un mal paso
terminara en la torcedura de un tobillo y además con la mañana de juegos de aquella pobre chica.
No es que un medico diagnosticara si se trataba de un esguince o rotura (entre
otras cosas porque nadie se enteró de
nada, no podia decir que estaba jugando en la calle) Había que aguantar aquel
dolor intenso al intentar apoyar el pie en el suelo que solo se calmaba un poco
poniéndolo en alto. Sin ningún tipo de calmante paso la noche pensando en el
milagro de que al día siguiente todo hubiera desaparecido.
La mañana del domingo
amaneció de un sol radiante, las campanas de la Iglesia daban el último toque
para la misa. Ella, por mas que lo intentaba no podía ponerse de pie sin sentir
esa sensación de hinchazón y desgarro que le subía por la pierna.
Como siempre las amigas pasaron a verla, pero al igual
que tantas veces quedo de nuevo sola, mirando por aquellas ventanas que le
servían de contacto con el exterior.
Desde su
mirador vio pasar la procesión de las
Palmas. Las niñas con sus vestidos y zapatos nuevos, con su ramita de palma o
de olivo en la mano, cantando canciones acompasadas por la banda de música.
Todo el mundo ajeno a la pena y el gran desconsuelo que sentía ella, al ver
frustrado su día de fiesta.
Que difícil es poder imaginar el dolor de su alma. ¿Porque
tenia que ser tan cruel la vida con ella? El pie dolía, pero más grande era el
dolor de no poder estar entre las amigas cantando el “Hosanna en el Cielo” ¡Había
esperado con tanta ilusión ese domingo!
No fue solo la Semana Santa sin poder salir, hubo
muchas más semanas como aquella, con el dolor y la incertidumbre de saber si
algún día volvería a ponerse unos
zapatos y poder caminar normalmente.
Por suerte como el tiempo cura todos los males, mi pie
quedo como nuevo sin más medicina que esa, la del paso del tiempo.