18 de septiembre de 2011

LA BUENA COSTUMBRE DE SALUDAR

El otro día un paisano puso en Facebook el artículo que Arturo Pérez Reverte escribió el día 12 de Septiembre en XL Semanal. Hablaba sobre la costumbre de saludar y la forma en que se fue perdiendo, no solo en las grandes ciudades como seria normal también en pueblos, y lo que llama poderosamente la atención, hasta en las distancias mas cortas parece que se evita saludar.

El saludo siempre fue lo primero que nos enseñaban desde que aprendíamos a hablar. Quien no recuerda dar los buenos días al levantarse y por la noche al acostarse dar las buenas noches además de un beso a todos los de la casa, cuando éramos pequeños.

Los mayores al salir a la calle iban saludando a todos los que encontraban a su paso. Según iban pasando las horas del día cambiaban las palabras del saludo. Buenos días fulanito, el otro contestaba, buenos días menganito, a partir de la comida se decía, buenas tardes y al anochecer, buenas noches.

Otro saludo que se usaba mucho era el adiós, contestando el que lo recibía, valla usted con dios. Por cierto que este saludo, el más usado en otros tiempos, ha sido sustituido por el hola, o hasta luego. Si alguna vez dices adiós, se te quedan mirando como si hubieras dicho algo extrañísimo y nunca jamás escuchado.

Todo esto me trae recuerdos de cuando en el año 66 llegamos a Madrid. El barrio al que vinimos era un barrio de casas bajas en la periferia, para traer agua a la casa había que pasar muchas horas en una fila en la fuente.
Fue a la mañana siguiente de nuestra llegada, mi tía con sus costumbres del pueblo lo primero que hizo fue ponerse a barrer la puerta, ya le extrañó que la gente que pasaba no le diese los buenos días, pero el colmo para ella fue, cuando al ir a la fuente dando los buenos días a todo el que encontraba en el trayecto que tuvo que recorrer, nadie le contestaba, tampoco al llegar y dar los buenos días le respondió nadie, solo la persona que estaba la ultima en la fila le dijo. Yo doy la vez!

Llego a casa malhumorada y jurando que no volvería a saludar a nadie del barrio en su vida. Además de la pena que sentía al tener que salir de del pueblo, se encontraba con la mala educación que tenía la gente que no decía ni los buenos días.

Entiendo que ella pensando que solo se cambiaba de pueblo quisiera seguir con sus buenas costumbres. Lo que esperaba mi tía de un barrio de Madrid en el cual no conocía a nadie era mucho pedir, pero que siga pasando al día de hoy en recintos cerrados de viviendas, como jardines, portales o soportales, aunque seamos muchos vecinos cuando te cruzas a diario con ellos, incluso en el propio portal, al decir buenos días, todavía hay personas que les cuesta contestar con un simple hola de cortesía.


Rafaela.